viernes, 22 de junio de 2012

Cuento sobre la esperanza en un acto de calle

Por Flor Andrea Salazar Lara

Cuento sobre la esperanza en un acto de calle.
I feel split in two...

¿Ha visto usted, querido lector, una lombriz partida en dos?
Se sigue moviendo, ambas partes se siguen moviendo.
Como que la parte uno busca la parte dos, queriendo encontrarse torpemente para así, entender lo que sucede, sin embargo es un completo acto de inutilidad. Es probable que la lombriz partida en dos no sepa, ni sospeche siquiera que jamás volverá a ser una sola. Se regenerará y será entonces dos lombrices autónomas, y al cabo de cuatro o cinco años morirá por causas naturales, esa posibilidad existe, pero también existe otra, la de morir aplastada por algún zapato en la calle, o la de morir tristemente en manos de algún niño travieso, esas vienen siendo causas anti naturales y son las que me interesan.

Cuando un infeliz anélido muere anticipadamente.

¿Ha visto usted, querido lector, una lombriz partida en dos? Supongo entonces que también ha visto a las señoras con escoba en mano que salen a barrer su calle, su cachito de calle que les corresponde, cachito que tiene por casualidad o por capricho un pedacito de tierra junto a un árbol, justo donde yace la lombriz partida en dos, aplastada y muerta por un niño que vive en la misma calle.

Triste final para una lombriz que seguramente planeaba vivir su vida sin complicaciones, tener hijos y disfrutar los placeres del terruño...

Queda una esperanza, para quien se percata de las dos mitades, de la muerte y de la señora que barre, una esperanza para ese alguien, no para la pobre lombriz difunta, mucho menos para la señora que sale a barrer, porque sólo barre y no le importa lo que barre, que quede limpio es la prioridad. Queda una esperanza entonces para aquel que (nuevamente por casualidad o por capricho) pasa por ahí segundos antes de que "por ahí" barrieran y se de cuenta de que en el suelo está la pobre lombriz partida y aplastada, y que seguramente antes de morir se estuvo moviendo, como queriendo encontrarse torpemente para así, entender lo que sucede.

La esperanza no es pasar y mirar a la desdichada lombriz partida y aplastada, y después esquivar la escoba de la señora. No, la esperanza viene apareciendo, querido lector, cuando ese alguien que pasa por ahí vuelve a pasar otro día y sabe que algo quedó de la lombriz en el suelo: la huella de aquella y la de su zapato.