lunes, 13 de septiembre de 2010

“VEINTIOCHO SEGUNDOS”

VEINTIOCHO SEGUNDOS
POR FLOR ANDREA SALAZAR LARA

Julia se acomoda tres veces en el lugar donde se sienta, creo que debe sentirse lo suficientemente cómoda para ser coherente con lo que dice posteriormente. Ese día se acomodó no tres, cuatro, fue algo normal para todos los demás, pero no para mí que me gusta contarlo todo. Sin embargo dejé que el suceso de acomodarse cuatro veces pasara, y me dediqué a escuchar atentamente a Julia y los demás, hablaban de algunas definiciones del diccionario, como la palabra inconsecuencia, inmediatamente supe que esa palabra tenía catorce letras, y me tardé como doce segundos en saberlo, porque no sabía realmente si la palabra llevaba una ese seguida de una ce, o solo una ese, de cualquier modo me decidí por la ese en solitario y acerté, de alguna manera siempre me decido por las cosas en solitario, a excepción de Julia, me gusta mucho su compañía y su conversación, dicen o sospechan que estoy enamorado de ella, pero la verdad es que no, porque si así fuera cinco o seis veces por semana pensaría todo el día en ella, y en realidad pienso en ella dos o tres veces por semana, porque sabemos que la semana tiene siete días. A veces me gustaría que la semana tuviera ocho o nueve días, pero cómo nombrar a los otros días anexos, no tengo idea. Julia se sienta siempre en unas sillas curiosas, no por tener cuatro patas, sino porque las asentaderas o el respaldo casi siempre tienen una tela llamativa, tal vez sea porque siempre que platico con Julia y los demás es en la cafetería de éste recinto, A veces en algún otro lado. Pero esa tela llamativa me provoca una gran felicidad, y no es que mi felicidad dependa de un asunto cromático, es sólo que esos colores son característicos de lo que convencionalmente llaman la felicidad, para mí esa cosa de la felicidad es intermitente, como los semáforos, mismos que también tienen colores llamativos.

Julia habló después de lo que hizo días anteriores, pero no entendí muy bien, tal vez porque se acomodó cuatro y no tres veces y eso la hizo decir cierta información incoherentemente.

Pasó un automóvil y luego otro, así que decidí contar cuánto tiempo tardaba en pasar un vehículo y otro entre sí, veintiocho segundos.

Siete años después Julia y yo nos casamos.

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